El actual grado en educación (infantil, primaria, pedagogía, social) desde su rol tutorial debe
considerarse desde una triple perspectiva:
a) Es un agente de la orientación: la tutoría, que para ser eficaz debe estar ligada al
departamento de orientación. Será el encargado de llevar a cabo el Plan de Acción
Tutorial (PAT) con grupo concreto de alumnos.
b) Es un destinatario de la orientación: los técnicos y especialistas (psicólogos,
pedagogos, psicopedagogos, orientadores…) pondrán en sus manos aquellos
programas, medios, recursos y el asesoramiento que respalde y justifique la acción
orientadora del maestro.
c) Es un colaborador de la intervención orientadora y psicopedagógica, ya que como
hemos afirmado repetidas veces, la orientación en una labor de equipo y colaborativa.
El maestro o profesor, siendo un elemento clave al servicio de la orientación, no es el
único responsable de ella.
Preparación intelectual y técnica.
El tutor para jugar un buen papel debe dominar una serie de conocimientos o preparación en
ámbitos específicos.
a) Saberes científicos: El tutor ha de ser un buen profesor, competente en la materia que
imparte. Es difícil que juegue un buen papel como tutor, si es percibido como inepto o
sin la cualificación profesional adecuada. Esta es una cualidad que se le debe exigir al
tutor no tanto por ser tutor, como por ser profesor, aunque sean un “profesor especial”.
b) Conocimientos teóricos: teoría y práctica son dos aspectos complementarios que si
se separan nos llevan a una sobresimplificación de la realidad. La mejor teoría es una
buena práctica, se dice; pero es muy difícil llegar a una buena práctica, sin algún tipo
de fundamentación teórica como marco de referencia necesario para la acción. El tutor
ha de tener conocimientos, precisos y claros, de los siguientes campos:
a. Psicología evolutiva, para poder entender el momento psicológico por el que
atraviesan los alumnos que tienen encomendados: infancia, adolescencia,
juventud…
b. Psicología de la educación, del aprendizaje, de la motivación… para poder
comprender mejor la evolución de los alumnos (incluye el conocimiento de las
dificultades de aprendizaje en áreas instrumentales básicas)
c. Nociones de sociología de la infancia, adolescencia, juventud, familia…
que le permita captar mejor los marcos de referencia y su influencia en el
ámbito en el que vive el alumno
d. Poseer una “sana” Filosofía de la educación, así como dominar una
adecuada metodología didáctica
e. Conocer el sistema educativo, con su pluralidad de objetivos, finalidades en
cada etapa, ciclo, curso, nivel. Legislación vigente
c) Experto en relaciones interpersonales, dirección y animación de grupos. Es
importante que el tutor conozca y pueda analizar las claves que repercuten,
favoreciendo o dificultando, la evolución y madurez de un grupo. Es importante saber
conocer la estructura del grupo, las fuerzas que en él operan, los roles y liderazgos
diferentes, que pueden ser la clave para conseguir los objetivos del grupo.
d) Conocimiento de técnicas de diagnóstico e intervención educativa, sobre todo los
referidos a campos tales como: la evaluación, el diseño y la aplicación de programas
específicos de individualización, de motivación, de recuperación o refuerzo del
aprendizaje. Entre otros debe conocer y dominar:
- técnicas de observación sistemática
- técnicas de entrevista
- técnicas de trabajo intelectual (técnicas de estudios)
- técnicas sociométricas
- programas de reeducación y recuperación
- técnicas de información académico-profesional
- técnicas de toma de decisiones y clarificación de valores
- capacidad de organización, colaboración y trabajo en equipo
Actitudes y características personales.
Independientemente de la muestra de opiniones manifestada, se podrían sintetizar las
cualidades deseables en un tutor como:
a) Personalidad equilibrada, sana y madura. Aunque estos términos no sean fácilmente
definibles, no sería deseable encontrar en educadores en general, y menos en tutores,
personas con rarezas de carácter, complejos de cualquier índole, desequilibrios
emocionales, inseguridades personales o rasgos más o menos enfermizos, que
pueden significar conflictos internos derivados de estados graves de tensión emocional.
Parecen deseables aquellas cualidades personales que favorecieran los juicios,
criterios y actitudes sanos, positivos y coherentes. En definitiva, que la ecuanimidad,
objetividad y ponderación del tutor pudieran hacer de contrapeso en el subjetivismo y
explosión pasional, que con frecuencia, definen la adolescencia y la juventud.
b) Sensibilidad para captar y entender los problemas de los alumnos. Especialmente,
en el caso del adolescente, hay que tener en cuenta que ve el mundo, y lo enjuicia
desde una perspectiva muy singular. Muchas veces en abierta confrontación con el
modo de percibirlo los adultos. El tutor ha de saber situarse en la perspectiva de los
alumnos si quiere comprenderlos. Es preciso ser sensible a sus problemas, inquietudes
y preferencias, aunque no se esté de acuerdo, necesariamente, con ellas.
c) Capacidad para entablar relaciones afectuosas y cordiales con los demás: En
general, en el caso de los adolescentes, hay que considerar que su mundo interior es,
con frecuencia, oscuro, confuso y lleno de perplejidades; sólo desde la cercanía y de la
capacidad de apertura y comunicación afectuosa es posible abrir las puertas de la
confianza y seguridad que el adolescente busca y necesita.